Por: Eric Arias | Abr 12, 2023.
El duelo y la forma en cómo se experimenta cambia de persona a persona. No existe una idea única para sentir o afrontar la pérdida. La experiencia del duelo depende de el
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Podemos transformar nuestro dolor

Podemos transformar nuestro dolor
Por: Eric Arias | Abr 12, 2023
El duelo y la forma en cómo se experimenta cambia de persona a persona. No existe una idea única para sentir o afrontar la pérdida. La experiencia del duelo depende de el círculo de apoyo, el tiempo de experiencia de duelo, el hecho de la pérdida y que ha despertado en cada uno, pues el impacto emocional es amplio y no es tan sencillo de procesar. El duelo no tiene, además, una línea de paso a poso o de tiempo para su superación. Es decir, no existe un camino correcto o incorrecto para vivir el duelo.
Sin embargo, existe algo en cada uno de los seres humanos, una luz que sale incluso en los peores momentos. Esta luz viene acompañada de la amabilidad y la compasión consigo mismo. Una luz que nace desde la reflexión y no desde el constante juicio y el reproche de los hechos. No digo con esto que sentir culpa o injusticia por la pérdida no sea parte del proceso de aceptación, sino que debe de existir un nexo o una conexión con aquella capacidad para aceptación y continuar desde la honra familiar.
Algunas personas encuentran alivio en la honra de la memoria de su hijo a través de rituales como, encender una vela, hacer una donación o crear un espacio dentro de casa para su recuerdo. Los rituales ayudan a hacer contacto con la esperanza y la capacidad que tenemos para transformar nuestro dolor.
Todo acto de dolor físico o emocional tiene un propósito otorgado. Cuando sentimos tristeza o alegría ocurren múltiples procesos psicológicos y fisiológicos. Podemos sentir cada una de nuestras emociones al vivir un momento especial o una profunda tristeza. Pero esta no llega sin razón alguna. Capaz experimentamos con melancolía la ausencia del ser querido o se acerca un día festivo que nos recuerda la conexión que aún se mantiene.
Para darnos la oportunidad de transformar nuestro dolor es importante conocer qué sentimos durante el proceso de duelo y adentrarse en la búsqueda de sí mismo, de los conceptos de nuestros propósitos y conexiones personales y tener con claridad un norte con aquello que necesito para comenzar a entender con amabilidad las emociones propias y la experiencia dolorosa.
La espiritualidad puede ser un camino interesante para adentrarse hacia la asimilación y adaptación de la pérdida. El concepto de espiritualidad no tiene que ver con lo religioso. La espiritualidad es la acción comprensiva del efecto de la vida, la muerte, el tiempo, la razón y la empatía. La espiritualidad es el proceso en que una persona se vuelve a sí misma para transitar por el sentido y el propósito de su existencia y se muestra como una herramienta para hacer frente al dolor y la tristeza que, en este caso, acompaña el duelo en cierta de sus etapas.
La espiritualidad puede ser una fuente de consuelo para algunas personas. Sin embargo, cada persona tiene su método para sobrellevar la pérdida. Cómo terapeuta, considero que no hay mayor energía que una decisión. Cuando orientamos durante el proceso de duelo intentamos que la persona pueda empoderarse en su propio duelo y que pueda entender el duelo como un movimiento activo de su dolor y a su vez de su propia recuperación.
El duelo nos enseña a convivir ante el dolor emocional y la pérdida física de nuestros vínculos más importantes. El duelo nos enseña que, para curar una herida, debemos identificar nuestro dolor y buscar las herramientas para afrontar el sufrimiento, buscar el consuelo y la fortaleza que vamos a necesitar para afrontar los días donde nos derrumbamos durante el proceso.
En otras palabras, cada uno puede transformar su dolor en la medida que establezca prácticas para transitar hacia la paz, la aceptación y la comprensión de la pérdida. Aceptar la tristeza, los cambios e incluso los momentos de alegría puede ser un gran inicio. Sobrellevar la pérdida pasa por aceptar lo que ocurrió y desarrollar herramientas propias para sanar, sin recetas ni obligaciones.
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