Perder un hijo es morir y tener la obligación de seguir viviendo…

¿ya encontraste tu razón?

Por: Eric Arias | Abr 12, 2023.

Ser madre o padre es una experiencia irremplazable. La pérdida de un hijo es unos de los hechos con mayor impacto en la vida de un padre. Por cualquier motivo, la aceptación de la

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Cambios luego de la pérdida

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Cambios luego de la pérdida

Por: Eric Arias | Abr 12, 2023

Ser madre o padre es una experiencia irremplazable. La pérdida de un hijo es unos de los hechos con mayor impacto en la vida de un padre. Por cualquier motivo, la aceptación de la ausencia de un hijo es un camino largo y doloroso; a pesar de esto, cada padre tendrá un proceso distinto y un momento en su vida para elaborar su duelo sin importar el tiempo que haya pasado. 

La llegada de un hijo transforma y reorganiza la vida de los padres en casi todos los sentidos. En este momento, para un padre es de vital decisión cuidar y asumir la responsabilidad de proteger a sus hijos en su desarrollo y seguridad. En los primeros años se aprende a valorar el cuidado, la comunicación de sus necesidades y de los planes que tendrán a futuro. El ejercicio de la maternidad o paternidad no es algo con lo que nacemos. Ser padres es una experiencia que se construye a lo largo de los años, estableciéndose un vínculo fundamental en todo ser humano. 

Al pasar el tiempo los padres se identifican con su rol paterno o materno y lo hacen parte de su identidad como persona. Los padres se acostumbran a llevar a sus hijos al colegio, a las tareas extracurriculares, escuchar el ruido de las habitaciones mientras los niños juegan, a esperar que sus hijos lleguen a casa etc. Cada situación de crianza forma parte de una identificación personal y en consecuencia, ser padres se convierte en una característica muy propia de la vida.

Nunca un padre esperará, por razones naturales del tiempo y la vida, ver a un hijo morir. Es comprensible desarrollar, en un futuro no muy lejano, el momento donde cada hijo se separa de sus padres. Pero son separaciones distintas.  La relación entre padres e hijos se construye en los abrazos, en las miradas, en su crianza y en el contacto emocional. En otras palabras, los hijos se vuelven parte de nuestro amor, nuestra atención y en la expresión de motivos o propósitos de vida; por lo tanto, la pérdida de un hijo se lleva consigo estas rutinas de crianza y deja un proceso de cuestionamientos sobre la protección o el deber como padres. 

Algo que nos puede ayudar durante el proceso es la cercanía hacia la revaloración de todo lo brindando a los hijos. La acción incondicional de ser padres nos habla sobre el valor del amor y la enseñanza. Durante este camino, pudimos entender que existe una forma de amar ante una situación de pérdida. 

Debo decir que no se deja de ser padre ante la pérdida de un hijo. Se aprende a vivir con su ausencia, fortaleciendo la capacidad de reconocer el amor brindado durante su existencia y ahora en su partida física. Esta ausencia se puede asumir con amor hacia los buenos recuerdos y ser una elección para afrontar la soledad y el dolor emocional. 

Este acto es una acción espiritualmente poderosa, es un acto de independencia para nuestros hijos y al mismo tiempo es un acto de reconocer quienes somos ante esta circunstancia para aceptar la muerte de un hijo. El amor que se mantiene puede ser un rayito de luz para reconstruir nuestras vidas, haciendo uso del amor incondicional y principal del respeto y honra hacía ese sus hijos y por la trascendencia de su amor, de todas las enseñanzas que ha dejado con su partida. 

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