Perder un hijo es morir y tener la obligación de seguir viviendo…

¿ya encontraste tu razón?

Por: Musmet Machado | Abr 13, 2023.

“Un hijo es la única persona que amas y cuidas sin conocer, nunca se olvidan los momentos compartidos, es la persona que nunca se deja de amar, es el mayor

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Ausente físicamente, pero presente en cada recuerdo

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Ausente físicamente, pero presente en cada recuerdo…

Por: Musmet Machado | Abr 13, 2023

“Un hijo es la única persona que amas y cuidas sin conocer, nunca se olvidan los momentos compartidos, es la persona que nunca se deja de amar, es el mayor maestro de la vida”. 

Nunca imaginas que por tan poco tiempo él o ella llegaría a darte tantas alegrías y en un segundo la muerte llega sin avisar. Pues sí, la muerte no conoce de leyes, ni reglas de jerarquía familiar y entra cuando menos te lo imaginas, dejando el dolor más grande. Ante la muerte inesperada de un hijo no sabemos ni tenemos conocimientos de nuestras reacciones. La tristeza y la rabia que se vive se convierten con el tiempo en una cicatriz. Una cicatriz que ha recorrido las etapas del duelo, ha puesto en duda mi rol de madre o de padre. Pero me ha ayudado a entender que el dolor de perder a un hijo o una hija nunca desaparece, pero si puede integrarse para trascender ante la dura experiencia. 

Su ausencia me hizo entender que los momentos hay que vivirlos como vengan, en un mundo donde actualmente todo va tan deprisa, nos preocupamos por cosas o circunstancias que no valen tanto como el tiempo y los recuerdos que construimos con la familia que estamos creando y solo la muerte nos enseña a valorar la presencia, pero también que el tiempo es corto, aunque lo vemos como una eternidad y el amor es transformador de corazones. 

Una muerte inesperada es eso exactamente, algo que no esperas, ni te imaginas. Por lo tanto, no es tu culpa, tampoco un castigo de Dios. Su ausencia me hizo también enfrentar el temor de caminar por la vida sin él o ella, también me ayudó a explorar facetas de mi yo que desconocía y me hizo comprender que cada persona tiene un tiempo y que en la vida no todo se rige por leyes. Para otras culturas los hijos son maestros, no son nuestros, son de la vida, algo también aprendemos de su presencia y ausencia.

Aunque fue difícil entender que ya no vería más a mi hijo, que ya no lo iba a escuchar, que ya no lo iba a ver seguir creciendo; entendí que mi rol como madre o padre continuaba, porque su presencia estaba en cada recuerdo, en cada foto, donde le gustaba jugar, en su comida favorita, en su música preferida, en su personalidad inolvidable. Y aunque no lo vea, él o ella camina junto a mí y me visita en mis sueños aunque al despertar no lo recuerde, su presencia vive en mí.

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